Cada año en nuestro viñedo, Viña Lanciano, observamos diferentes etapas en el ciclo vegetativo de la vid. Las condiciones climáticas son las que determinan el inicio de algunas de las fases y de los diferentes tipos de trabajos que realizamos en la viña.
Entre enero y febrero, según cada año, comenzamos a podar las viñas mientras están en parada vegetativa, es decir, cuando la savia de la planta se concentra en el tronco y no circula. Es un proceso que no se realiza de una vez, ya que solemos iniciar una primera fase de prepoda, que nos ayuda a la poda posterior. Aprovechamos para aplicar una pintura de cobre que cicatriza los cortes y evita la entrada de hongos y otras bacterias dañinas en la planta.
Es uno de los momentos mágicos en el viñedo y que apenas dura una semana. A veces es visible, pero se tienen que dar las condiciones climatológicas oportunas que hagan despertar cada planta. Suele coincidir al final del invierno o en el inicio de la primavera. La temperatura del suelo debe alcanzar los 10 grados para que la savia comience a circular y llegue hasta los extremos de la planta en forma de lágrima. Por eso decimos que el viñedo llora, volviendo a la vida un año más.
De las pequeñas yemas surgen los pámpanos que pronto se convertirán en hojas. Mientras tanto procuramos limpiar el terreno de malas hierbas, removemos la tierra para ventilar el terreno, con el fin de evitar la proliferación de insectos nocivos. El lloro rápidamente da paso al desarrollo de los brotes, ya que el suelo de nuestro viñedo es pobre y pedregoso. Los cantos rodados ayudan a la retención del calor del sol, lo que favorece la brotación. Al comienzo, la planta se nutrirá de la reserva de las cepas, para luego crecer de una forma vigorosa.
La poda en verde I: la espergura
La espergura consiste en eliminar los brotes herbáceos que nacen tanto en la madera vieja (tronco y brazos) como en los nuevos pulgares o varas, con el objetivo de definir exactamente las yemas que se dejan en la poda de invierno, mantener el sistema de formación del viñedo y favorecer la calidad de las uvas. Eliminamos a mano los brotes de las zonas no deseables, fortalecemos la planta y mejoramos la aireación y la penetración de la luz.
Todo fruto necesita su flor. El color puede variar según la variedad de uva, pero en general, podremos ver pequeñas flores blancas que se convertirán en futuros racimos. Se suele dar a finales del mes de mayo o principios de junio en nuestro viñedo, cuando la temperatura se estabiliza entre los 15 y los 20 grados, y representa uno de los momentos cumbres del ciclo vegetativo, ya que marcará la cantidad de uva que haya en cada racimo y el volumen de la cosecha.
La poda en verde II: el desniete
Los nietos, o los brotes innecesarios, provocan que la planta se centre en las hojas cuando debería estar nutriendo los racimos. Este proceso lo llamamos “desniete” o “desnietado” en La Rioja y se realiza de manera completamente manual cuando las bayas son del tamaño de un guisante para que la planta se pueda concentrar en los frutos. Además, se le dota de una mayor aireación, eliminando el potencial exceso de humedad que pueda atraer enemigos a la cepa.
Poco a poco, durante el transcurso del verano, los racimos que comenzaron que pequeñas bayas de color verde van engordando, comenzando a cambiar el verde de la clorofila por colores más transparentes, gracias a que el fruto va creciendo gracias al aumento del agua y de los azúcares. El gran cambio en Viña Lanciano, donde nuestras variedades que son tintas se comienzan a teñir de granate, azul y morado, sucede dependiendo de la climatología y cada año es diferente. Con este cambio del color de las uvas, arranca un ciclo que suele durar alrededor de 20 días. Es tiempo necesario para la correcta maduración de las uvas.
Cada una de las 22 parcelas que componen nuestro viñedo es vendimiada a mano cuando llega el momento óptimo de maduración. Determinar el inicio de la recogida de la uva es una decisión muy importante que también depende de las condiciones climatológicas en los días previos. En Viña Lanciano comienza en el mes de septiembre, a mediados, y puede llegar a extenderse hasta el mes de octubre. Cada variedad alcanza su momento óptimo de maduración y sólo entonces es cuando las vendimiamos a mano, en pequeños cestos, para preservar al máximo su calidad.
Durante el otoño, las hojas cambian de color, transformando de nuevo el paisaje riojano. En noviembre se caerán poco a poco las hojas y las plantas entran en un letargo invernal, para volver a renacer en primavera.