Las hojas ya han comenzado a salir y nos vamos acercando poco a poco al momento de la floración. Al comienzo, la planta se nutrirá de la reserva de las cepas, para luego crecer de una forma vigorosa. A finales del mes de mayo o principios de junio nuestro viñedo llega a la floración, uno de los momentos cumbres del ciclo vegetativo, ya que marcará la cantidad de uva que haya en cada racimo y el volumen de la cosecha. Todo depende de si la temperatura se mantiene estable entre los 15 y 20 grados.
Hojas, zarcillos y flores
En los pámpanos de la vid —más tarde les llamaremos sarmientos—, ahora nos podemos encontrar las hojas, los zarcillos y las inflorescencias. Las hojas a través de la fotosíntesis hacen que la planta continúe creciendo; los zarcillos permiten a la vid ascender verticalmente, ya que son las estructuras con la que la planta se agarra como pequeños garfios; y, por último, las inflorescencias, que son los órganos de los que luego saldrán las flores, harán posible la formación de las bayas: las uvas. Durante dos semanas, si el tiempo es propicio, unas pequeñas y humildes flores blancas, que a veces pasan desapercibidas, florecerán poco a poco y empezaremos a vigilar más de cerca nuestro viñedo. Es un momento muy sensible a los cambios de temperatura después de haber llevado a cabo las labores de espergura y desniete. Solo un porcentaje de flores cuajarán, dependiendo de las condiciones meteorológicas y también de la variedad, dando lugar a los racimos de uva, casi un mes después. El cuajado es una fase del ciclo vegetativo en la que los granos de uva comienzan a ser perceptibles a simple vista. Vemos crecer y engordar las bayas de un intenso color verde. En ese momento, la vid se concentra en alimentar sus frutos, que cambiarán más delante de color, lo que conocemos como envero.
Mirando al cielo
La climatología es vital para todo el ciclo vegetativo de la vid y las condiciones que se den en primavera pueden afectar a la cosecha al final del verano. Es decir, si la floración comienza pronto, indicará una vendimia temprana. Si se produce lo contrario, el inicio de la vendimia se retrasará. Por eso cada primavera miramos al cielo, confiando en que las condiciones nos sean favorables. Esta es la grandeza de nuestro trabajo, lo que le aporta la magia, lo que hace que cada añada sea singular, única e irrepetible.