Las nevadas en el viñedo, sobre todo en los meses de invierno, afectan positivamente a la salud y al crecimiento de las cepas de varias maneras. Durante el invierno, las cepas se encuentran en reposo vegetativo —es decir, la savia se concentra en el tronco— y el frío intenso ayuda a la planta a hacer mejor esa parada vegetativa.
La nieve como desinfectante y cicatrizante
La nieve ayuda a que los insectos y hongos que todavía se encuentren en la cepa no logren implantarse en la corteza de la vid y, de esta manera, se evitan posibles heridas. La nieve los elimina, libera a la planta de huéspedes incómodos, ayuda a cerrar las heridas más rápidamente y permite que la cepa llegue sana a la brotación, ya en la primavera.
La nieve como reserva de agua
Los copos de nieve cuando caen de forma regular y paulatina ayudan a empapar el suelo de forma progresiva y aportan nutrientes. Poco a poco, a medida que la nieve se va derritiendo, el agua se filtra en las capas interiores de la tierra, con lo que las cepas cuentan con una considerable reserva de agua.
La nieve, mejor en invierno
Aunque las cepas están preparadas para el frío y la nieve, los primeros meses del invierno son los que mayor aprovechamiento aportan al viñedo, sobre todo si no le siguen heladas intensas. La ubicación de Viña Lanciano, en un meandro del río Ebro y protegido por la sierra de Cantabria, hace que las temperaturas tanto del invierno como del verano sean menos extremas y más suaves, por lo que cuenta con una protección especial. Si vemos nevar en invierno, se cumplirán los augurios del popular refrán «Año de nieves, año de bienes».